Una divagación seria sobre la comedia

Ensayo para Plató Mundo:

https://platomundo.org/2015/03/17/una-divagacion-seria-sobre-la-comedia/

(2015)

Una divagación seria sobre la comedia

Acontece una risa. ¿Qué es? ¿esencia o consecuencia? ¿autónoma o dependiente? La respuesta si se traza en un solo punto será irremediablemente incompleta. O se abstiene del cuerpo que la porta, o se abstiene del suceso que la vuelve sensible. Entonces, qué será la comedia ¿una risa y un acontecimiento o un cuerpo y una potencialidad? La simple dificultad de enunciar estas preguntas nos llevan una verdad evidente: lo iluso que es la determinación con las que muchos sentencian la realidad en géneros. 

¿Es una risa siempre cómica? ¿Qué es la comedia? ¿Las categorías deben ser preceptivas o los eventos deben ser descifrados? Porque se escucha una una risa, pero lo que acontece no es simplemente una risa. ¿Entonces por qué se afanan en encasillar prestamente a las obras (o los simples eventos) como tal o cual taxonomía? Es una limitada capacidad analítica lo qué llevó al paupérrimo periodismo de entretenimiento a especular con que The Grand Budapest Hotel es una comedia. La risa puede ser esencia en la película, pero no conforma su entidad. Cuando se ríen ¿son siempre felices?

En el 18 Brumario Marx escribió la reconocida frase “La historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa”. Marx categorizó los eventos coyunturales con le exégesis decimonónica del pesimismo. La atribución de trágico a la historia manifiesta una finalidad. Lo trágico para Marx es el distanciamiento de su deseo de revolución proletaria; la farsa está en su acentuación. Marx realiza también realiza un movimiento de reducción genérica. Lo material y superficial queda al poder de definir categorías. Pero ustedes cuando fracasan ¿están siempre tristes?

Nietzsche pensó una respuesta compleja. En El nacimiento de la tragedia señaló que el antiguo drama griego fue escindido por la racionalidad socrática en dos entidades distintas: la apolínea y la dionisíaca. La luz del dios Apolo en oposición a la embriaguez del dios Dionisio. La tragedia está en llegar al balance de esta dicotomía. La revelación sobre el placer y la felicidad. La verdad de que la vida tiene un final, que hay un costo por sonreír y un dolor por reír. No hay una ética que evalué la realidad artística. La función del arte debe ser la de explayar la red compleja de emociones y la de enraizar sobre las profundidades del ser humano.

En esta línea, la interpretación de Marx es apolínea, ética. La del periodismo de entretenimiento es dionisíaca. ¿Qué valor darle, entonces, a la risa de la película de Wes Anderson, sino la de una gran tragedia? 

El hotel no es el verdadero escenario de la película, sí lo son los marcos temporales que enfatizan la volubilidad del presente. Direccionan la importancia al presente. Tal o cual año es importante por la relación que integra por sí mismo. Una historia leída, una historia contada y una historia vivida. Tal es como funciona la narración. El hotel se termina convirtiendo en excusa para barajar lo importante del asunto: la historia que desencadena una múltiple respuesta emocional. La lectora, el escritor y el protagonista son figuras de recepción sensitiva determinadas por su situación geográfica y temporal. Es esta simple disposición del escenario lo que permite superar una limitada interpretación de lo acontecido. Lo que sucedió se vuelve importante porque ya dejó de suceder, pero sus efectos continúan remeciendo de espectador en espectador.

Monsieur Gustave es un lector de poesía romántica, de donde crea su disposición para interpretar la vida. Su sensibilidad se vuelve reflejo de la lecturas. A lo vivido lo envuelve con una capa de emociones que bucean en la profundidad de la consciencia. Así recrea su mundo a pesar de lo acontecido; se lamenta, por supuesto, de sufrir injusticias, pero su valor radica en sobresalir de ellas. La vida se justifica en pequeños momentos que sobresalen de las sombras. “Aún hay vagos destellos de civilidad en este matadero salvaje que alguna vez fue la humanidad” sentencia M. Gustave. La frase va a ser repetida sobre el final por el joven Moustafa, con lo que asevera la condición que caracterizan sus vidas. A la vida la emparejan con el arte, en el tratamiento y recorte que exalta las cualidades más sublimes sobre las condiciones más penosas.

Moustafa llorá, recordar a Agatha le trae dolor. Pero ese dolor solo puede existir a costa de la gran alegría que provoco su existencia. En esta cualidad radica la importancia de la tragedia. No en la lamentación de lo que dejo de existir (la ética caballeresca para Gustave o el amor inconmensurable por una muchacha), sino en la posibilidad de la existencia de la alegría aún en las condiciones más penosas. Moustafa llora porque fue feliz, no porque dejó de serlo. Y es este el efecto desencadenado en los múltiples receptores: asumimos la potencialidad de decidir sobre nuestra felicidad. 

En un capítulo de Los detectives salvajes Bolaño construye un juego voces donde cada personaje desemboca a la comedia en otra entidad. Todos coinciden en algo: la comedia nunca será comedia. Así el personaje de Iñaki Echevarne concluye que “Todo lo que empieza como comedia acaba como tragedia”. Trata de indicar que lo más bello o inocuo va dejar de existir. No es tanto una lamentación como una aseveración de la realidad. Aquí estamos para dejar de estar. Sentimos y escribimos, luego dejaremos de hacerlo. El hotel de antes ya no es el hotel de ahora. Si lo conocimos fue a costa dejar de verlo (El joven escritor no volvió nunca más, la lectora solo lo ve en la portada del libro). Gracias al fin existe el ahora. La risa acontece y no es un simple evento; es el corolario de la tragedia, es decir de las vida. 

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